Supongo que hay mucha gente que se indigna, y con razón, cuando oye hablar, por ejemplo, del trato que le dieron los nazis a los judíos cuando llegaron al poder en Alemania. Lo que quizá mucha gente no sepa es que, durante ocho siglos, en España también hubo una discriminación tremenda contra un pequeño grupo social, conocido como los agotes.
Los agotes vivían principalmente en los valles de Baztán y Roncal (Navarra), pero también en Euskadi, el País Vasco francés y en la zona de Jaca (Huesca). Los primeros testimonios escritos sobre ellos datan del siglo XII, aunque tampoco se sabe con total seguridad cuándo se establecieron en esas tierras. No pertenecían a ninguna raza diferente ni practicaban una religión distinta, es más, parece ser que eran cristianos muy devotos, así que no está claro el origen de su marginación. Tampoco está claro de dónde venían los agotes: para algunos autores, eran descendientes de los godos, ya que tenían unos rasgos físicos propios del centro y norte de Europa; otros autores afirman que eran descendientes de criminales franceses que estaban huyendo de la justicia; mientras que para otros, los agotes descienden de los Cátaros y se establecieron en el norte de España y sur de Francia porque huían del rey galo y del Papa por su disidencia religiosa, lo que podría haber provocado el odio de los vecinos del lugar.
De ellos se dijo de todo: que descendían de paganos celtas o herejes, que eran homosexuales, hechiceros, que hacían pactos con el diablo, que practicaban la zoofilia, que olían mal e, incluso, que tenían rabo. Pero probablemente la acusación más grave y la que más les limitó en su convivencia fue que se creía de ellos que contagiaban la lepra, así que los agotes tenían que ir tocando una campanilla cada vez que pasaban por algún lugar, para alertar a los vecinos de su presencia y que les diera tiempo a apartarse de su camino.
También eran obligados a llevar una seña identificativa en sus ropas, que solía ser una pata de oca o una huella de gato de color rojo. Se les prohíbe casarse con la población no agote, lo que les condena a una endogamia que alimenta aún más su marginación. Tenían que vivir fuera de los núcleos habitados, ya que no podían mezclarse con la población autóctona. Tampoco podían participar de las fiestas o de los bailes., cualquier celebración tenía que realizarse exclusivamente dónde ellos viviesen. No podían portar armas bajo ningún concepto, ni aún en caso de guerra. No podían cultivar la tierra, ni criar ganado, ni andar descalzos, ya que se consideraba que todo lo que tocaban lo contaminaban. Así que se dedicaron a la carpintería, a la construcción y también eran canteros y sepultureros, ya que se pensaba que a través de los materiales no podrían contagiar nada.
Evidentemente, a partir de la Edad Media, la palabra agote se convirtió en uno de los insultos más ofensivos que alguien le podría decir a otro. En las universidades, hasta el siglo XIX, se exigía un certificado de limpieza de sangre para conseguir el ingreso, en el que debía constar que el futuro alumno no era musulmán, ni judío, ni converso, ni agote.
En las iglesias tenían una entrada exclusiva para ellos en uno de los laterales y se tenían que situar en un lugar estrecho debajo del coro, teniendo una barrera que les impedía acercarse a la parte delantera del templo. También tenían una pila bautismal sólo para ellos y sus ofrendas se recogían y se ponían aparte. Se les daba la paz con el portapaz puesto al revés y tapado con un paño. Tampoco podían ser ordenados sacerdotes. Parece ser que con quién sí tuvieron cierto contacto fue con los Templarios, para los que construyeron varias iglesias, ya que, al vivir apartados del resto de habitantes, eran una garantía de discreción para esta orden religiosa.
En el año 1514, los agotes piden y consiguen una bula del Papa León X para que se eliminaran las prohibiciones que tenían que sufrir en las iglesias, aunque, en la práctica, no se llevó a cabo. En 1819, las Cortes de Navarra eliminan las leyes discriminatorias medievales, lo que en teoría favorece a los agotes. Ese mismo año, Juan de Goyeneche, funda en Madrid el pueblo de Nuevo Baztán. al que quiere llevar a los agotes como trabajadores de una fábrica de su propiedad y así apartarles de toda la discriminación que sufren. Algunos fueron con él, pero la mayoría optó por permanecer en su tierra, o fueron y regresaron al poco tiempo.
Gueto de Bozate en Arizcun |
A partir de 1819, la vida de los agotes más o menos se normalizó en muchos sitios, pero hay zonas en las que esta discriminación se ha dado hasta bien entrado el siglo XX, como en Arizcun (Navarra), dónde aún hoy existe el barrio de Bozate que, hasta hace relativamente poco, fue un gueto para los agotes.
Según cuentan varios autores, si se quería identificar a un agote a simple vista había que fijarse en sus orejas, ya que no tenían lóbulo y por esto eran considerados una raza inferior. Y los testimonios escritos que describían físicamente a los agotes, decían que tenían el pelo rubio o castaño claro, ojos grandes de color azul o verde y sin lóbulo en la oreja... ¡así que más de uno nos tendremos que plantear nuestros orígenes!
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