martes, 6 de octubre de 2015

Francisco Boix

Francisco Boix fue un fotógrafo español, testigo de la barbarie nazi, ya que estuvo internado en el campo de concentración de Mauthausen y fue el único español que testificó en los juicios de Nuremberg, aportando, además de su testimonio. un importante legado fotográfico.
Francisco Boix nació el 14 de agosto de 1920 en Barcelona y era el hijo de un sastre de ideas progresistas, del que heredó su pasión por la fotografía. Estuvo afiliado a las Juventudes Socialistas Unificadas y durante la Guerra Civil trabajó como fotógrafo para la revista "Juliol", aunque en 1938 se alistó en la 30º División del Ejército de la República Española. Al finalizar la guerra, se exilió al sur de Francia, dónde estuvo internado en los campos de trabajo de Vernet d'Ariege y Septfonds, en los que los presos tenían unas condiciones de vida penosas. Para salir de uno de estos campos se necesitaba tener un permiso de trabajo y Francisco Boix se puso en contacto con varios familiares y amigos que también estaban en Francia, pero fue inútil, ya que al final no lo consiguió.
En 1940, Serrano Súñer, cuñado de Franco, le comunica a Hitler que los republicanos españoles dejan de tener la nacionalidad española a todos los efectos, por lo que Hitler saca un decreto para que los republicanos sean entregados a la GESTAPO para ser conducidos a campos de exterminio, empezando a funcionar así los famosos trenes de la muerte, que en los primeros años de la Segunda Guerra Mundial iban cargados principalmente de españoles.
De esta manera, el 27 de enero de 1941, Francisco Boix es conducido al campo de Mauthausen-Gusen, en el que se internaba los presos cuyo regreso no interesaba. A su entrada declara ser fotógrafo y conocedor del idioma alemán, algo que un tiempo después le resultaría muy útil.
En esas fechas el campo de Mauthausen era un campo en obras, por lo que los españoles tienen que construir su propia prisión. Pasados unos meses, los presos españoles deciden organizarse entre sí, especialmente los pertenecientes al Partido Comunista, para desplazar de los puestos de responsabilidad a los presos comunes, que solían ser esbirros de los nazis.
A los nazis les gustaba fotografiar la cotidianidad del campo en todos sus aspectos, sin tener en cuenta que en un futuro esas fotografías podrían ser una prueba en su contra. Boix es destinado en 1943 al servicio fotográfico del campo, ejerciendo gran influencia en varios cargos nazis, influencia que usó Boix para mediar por sus compañeros españoles, ya que varios de ellos, salvaron su vida gracias a él. Boix tiene la ocasión de fotografiar a varios miembros de la cúpula nazi en sus visitas al campo e inmortalizó a personajes como Himmler, Speer o Kaltenbrunner. Al ver el material que tenía en sus manos, Francisco Boix propone a la organización española formada dentro del campo, guardar los negativos de las fotos por si pudieran tener alguna utilidad al final de la guerra. La idea fue muy bien recibida, pero el problema era dónde podían esconderlos.
En un principio, el periplo de los negativos fue el siguiente: Boix los tiró por la ventana de su laboratorio, fueron recogidos al vuelo por un español, que los llevó a la zona de desinfección y limpieza del campo; uno de los carpinteros españoles del campo se acercó a la zona de desinfección con el pretexto de tener que hacer alguna reparación, cogiendo así los negativos y escondiéndolos entre las molduras y los marcos de la puerta de la carpintería. Pero ese escondite sería provisional, ya que no era un lugar seguro, lo ideal era conseguir sacar los negativos del campo, entrando así en juego los potchacas.
La familia Pointner con republicanos españoles
Los potchacas eran hijos de republicanos españoles que fueron detenidos junto a sus padres y, en ese momento, tenían edades comprendidas entre los 13 y los 18 años. Trabajaban fuera del campo de Mauthausen, en una cantera cercana, por lo que eran los únicos que salían al exterior a diario, así que se llevaron los negativos y los escondieron en la propia cantera. Entablaron cierta amistad con la señora Pointner, una mujer del pueblo que habitualmente visitaba la cantera y que, en conversaciones con los potchacas, les había confesado que estaba en contra del régimen nazi, ya que era de ideas izquierdistas. Así que los potchacas le pidieron un favor: que guardara los negativos en su casa. Era una decisión arriesgada, ya que ellos no podían estar seguros de que la señora Pointner no los delatase y también era arriesgado para ella, ya que, si el ejército nazi encontraba ese material en su casa, estaría poniendo en peligro su vida. Pero la señora Pointner accedió a ayudar a los jóvenes españoles y escondió los negativos en su jardín.
El 3 de mayo de 1945, al verse derrotados, el ejército alemán abandona el campo de Mauthausen, donde los presos hacen guardia con armas requisadas a las SS, esperando una posible vuelta de sus verdugos. Pero a quién vieron llegar, un par de días después, fue al ejército estadounidense, que liberó el campo y les obligó a deponer las armas. Los soldados norteamericanos quedaron horrorizados al ver el espectáculo dantesco que tenían delante, alimentaron a los presos, pero tuvieron que ver morir a cerca de 2.000 presos por los estragos de la desnutrición.
Al ser por fin libre, Francisco Boix va a casa de la señora Pointner a por los negativos y, allí mismo, empieza a positivar las fotos. Boix se marcha a París junto a otros compañeros de internamiento, los cuales, al llegar, le muestran todo el material fotográfico al Partido Comunista español en la clandestinidad, el cual, sorprendentemente, no quiere saber nada de los supervivientes de los campos de concentración ni de su documentación, ya que los considera unos traidores por haber sobrevivido. Así que Boix decide publicar sus fotos en la revista "Regards", una publicación de izquierdas que le dedica un amplio reportaje al campo de Mauthausen, el cual horrorizará a la opinión pública mundial.
Al comenzar los juicios de Nuremberg en 1946, la acusación francesa solicita el testimonio de Boix en calidad de testigo de cargo. Él certifica la autenticidad de las fotos, ya que las había revelado él mismo y aún poseía los negativos, y su testimonio resulta definitivo para obtener un veredicto de culpabilidad para Speer, que fue condenado a 20 años y, especialmente, para Kaltenbrunner, que fue condenado a morir en la horca.
Tras los juicios, Boix alcanza un gran prestigio y sigue trabajando como reportero en París. En 1948 es destinado a cubrir la información del Tour de Francia, un trabajo agotador del que su salud se resiente, por lo que, a su vuelta, tiene que ser operado por una serie de problemas renales. Boix nunca se recuperó del todo, por lo que, poco tiempo después, tiene que abandonar su trabajo y se ve obligado a ingresar en el hospital Rothschild de París, dónde muere en 1951 a la edad de 30 años.

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