Es difícil, por no decir imposible, encontrar a alguien a quien la paleontología haya pasado más por alto que a Mary Anning. Fue la responsable de importantes hallazgos fósiles, especialmente de la época jurásica, pero lo tenía todo para que la comunidad científica la ignorase y le diera la espalda: era pobre, de una confesión religiosa distinta a la anglicana en la Inglaterra del siglo XIX y, especialmente, su gran pecado fue ser mujer.
Anning nació el 21 de mayo de 1799 en Lyme Regis (Dorset, Inglaterra), en el seno de una familia de clase baja y de religiosos disidentes, por lo que sufrieron durante años una discriminación, tanto social, como legal. Desde que era muy pequeña, se dedicó a acompañar a su padre a buscar fósiles a las playas y acantilados. En esa época el coleccionismo de fósiles estaba de moda entre las clases acomodadas y los Anning encontraron en ellos su modo de subsistir. Aunque lo que nació siendo un pasatiempo, poco a poco pasó a convertirse en una ciencia tan importante como la geología o la biología.
En 1812, con tan sólo 12 años, Mary Anning realizó su primer hallazgo extraordinario: un esqueleto de ictiosauro, un reptil marino fosilizado de unos cinco metros de longitud. En ese momento comenzó su notable carrera como paleontóloga, a la que dedicó 35 años de su vida, y sus primeros contactos con la comunidad científica, que acudían a ver a Anning asombrados por sus descubrimientos.
Hizo otros hallazgos, por lo que su reputación fue creciendo en Inglaterra primero y, posteriormente, en toda Europa e, incluso, Estados Unidos. Encontró el primer plesiosaurio, uno de los primeros y mejores pterodáctilos y varios fósiles de invertebrados, como los belemnites. No sólo sorprendía su facilidad para encontrar fósiles, también su delicadeza a la hora de extraerlos para no dañarlos: sólo el plesiosaurio le llevó diez años de paciente excavación.
Con 27 años pudo abrir su propio negocio, El almacén de fósiles Anning, al que acudieron varios científicos a comprarle fósiles. Varios de esos científicos publicaron escritos sobre dichos fósiles, aunque, curiosamente, olvidaban mencionar el nombre de Anning. Sólo excepcionalmente algún científico sí la mencionaba en sus publicaciones, como hizo William Buckland en 1829. Para la comunidad científica era intolerable aceptar entre sus miembros a una mujer, que, además, era analfabeta. Y efectivamente, Mary Anning apenas sabía leer y escribir, lo que quizá debería añadir más mérito a la formación autodidacta que fue adquiriendo durante esos años. Anning se encargaba de diseccionar peces y sepias para compararlos con los fósiles que encontraba, lo que le permitió aportar dibujos y descripciones muy competentes para los estudiosos de la época.
Pero lo más importante del trabajo de Anning no fueron los fósiles en sí, sino lo que significó el haberlos encontrado, ya que todos estos hallazgos permitieron que se demostrase la teoría de la extinción de las especies y que, años más tarde, Charles Darwin pudiera formular su teoría sobre la evolución y la selección natural. Hablamos de una época en la que el creacionismo era la ideología imperante, la cual, más o menos, venía a decir que todos los animales eran una creación de Dios y que la creación de Dios era perfecta, por lo que era imposible que ningún animal se hubiera extinguido. Pero ante los hallazgos de Anning, los creacionistas poco pudieron decir para refutar la teoría de la extinción.
El 9 de marzo de 1847, Mary Anning murió a causa de un cáncer de mama, pobre y despreciada por una comunidad científica, que siempre la consideró una intrusa. Una amiga suya escribió: "Mary dice que el mundo la ha utilizado hasta la saciedad... estos hombres de ciencia han chupado su cerebro, y han sacado un gran partido publicando obras, de las cuales ella elaboró los contenidos, sin recibir nada a cambio".
Vidriera en honor a Mary Anning
Tras su muerte, la Sociedad Geológica de Londres, que durante toda su vida se negó a reconocer la importancia de su trabajo, la homenajeó con un panegírico escrito por Henry de la Beche; convirtiéndose en la primera persona que no pertenecía a dicha Sociedad en recibir un homenaje y también, por supuesto, en la primera mujer. También la iglesia parroquial de su pueblo natal la homenajeó instalando una vidriera en su honor y varios escritores la mencionan en sus obras, como Charles Dickens o John Fowles en La mujer del teniente francés. Tracy Chevalier escribió una biografía suya llamada Las huellas de la vida.
Hoy en día, los fósiles que encontró Mary Anning pueden ser contemplados en los Museos de Historia Natural de Londres y París.
El 8 de junio de 1972, Kim Phuc, de nueve años de edad, se encontraba en el templo de Trang Bang, el pueblo vietnamita dónde residía, cuando un avión survietnamita arrojó cuatro bombas de napalm contra su propia gente. Dichas bombas fueron suministradas por el ejército estadounidense y no se tienen muy claras las razones de ese ataque indiscriminado, parece ser que pensaban que el pueblo estaba abandonado.
Kim Phuc salió corriendo por una carretera, porque lo único que no se le había quemado eran los pies y en ese instante, Nick Ut, fotógrafo que trabajaba para Associated Press, captó una instantánea que daría la vuelta al mundo y que se convertiría en uno de los símbolos de la historia del siglo XX.
Nick Ut se lamentó de que en ese instante sólo llevase encima carretes en blanco y negro, pero aún así le enseñó las fotos a su redactor, el cual rechazo la foto de Kim Phuc, ya que existía una norma por la cual no se podían mostrar cuerpos desnudos de frente y la foto resultaría muy atrevida para publicarla en Estados Unidos. Aún así, el jefe de fotógrafos difundió la imagen y a los dos días era portada en los diarios de todo el mundo, haciendo ganar el Premio Pulitzer a Nick Ut, con tan sólo 21 años.
Muy pronto se convirtió en una foto emblemática y el mismo Nixon, entonces presidente de los Estados Unidos, dudó de su veracidad planteando la posibilidad de que se tratase de un montaje. Pero a veces las imágenes tienen más fuerza de la que podamos imaginar y dicen que esta fotografía cambió el curso de la guerra y avivó todos los movimientos pacifistas que pedían el final de una contienda que, en esos momentos, ya duraba casi 20 años. En 1973, tan sólo unos meses después de conocerse la famosa imagen, Estados Unidos se retiraría de la guerra, que finalizó definitivamente en 1975.
En cuanto a Kim Phuc, tras hacerle la instantánea, su paradero era incierto. Su madre vagó de hospital en hospital durante tres días buscándola, hasta que le dijeron que había muerto. La familia encontró a Kim Phuc en una morgue, apilada junto a decenas de cadáveres y con el cuerpo lleno de larvas. La cogieron para darle sepultura en su pueblo y ahí se dieron cuenta de que estaba viva; había acabado en un depósito de cadáveres porque era lo más cómodo para un hospital prácticamente sin medios. Gracias a la intermediación de Chris Wayne, un periodista norteamericano, Kim Phuc terminó ingresando en una clínica estadounidense. Tenía el 60% de su cuerpo quemado y se tuvo que someter a 17 operaciones.
Hoy en día, la casa de Kim Phuc es un museo y es uno de los reclamos turísticos de Vietnam; pero cuando le dieron el alta en 1973, la vida de la niña y su familia fue muy dura ya que su casa había sido arrasada y a sus padres les quitaron el restaurante que regentaban, colocando a su madre como cocinera. El mismo gobierno que la bombardeó utilizó a kim Phuc con fines propagandísticos, teniendo que conceder cientos de entrevistas y sin dejarle tiempo para tener una formación adecuada, que era lo que ella deseaba. Tuvo que pagar un alto precio sólo por ser la niña de la foto más famosa de la guerra.
Kim Phuc se terminó refugiando en la fe y, en 1982, un periodista alemán del diario "Bild" consiguió llevarla a Alemania para que la realizaran una nueva intervención quirúrgica. Consiguió una beca para estudiar en Cuba, dónde aprendió inglés y español y además conoció al que se convertiría en su marido. Tras su boda, fueron de luna de miel a Moscú y a la vuelta, su avión hizo escala en Canadá y la pareja decidió quedarse allí y pedir asilo político. Desde entonces vivieron en Toronto y fueron padres de dos niños. La vida en Canadá fue muy positiva para Kim Phuc, ya que nadie la conocía, hasta que un fotógrafo la descubrió. Ella decidió salir a la luz pública y así poder gestionar su imagen, quién la fotografía y quién no.
Hoy en día, Kim Phuc y el fotógrafo Nick Ut siguen estando en contacto y mantienen una duradera amistad. Ella es embajadora de la paz para la UNESCO y él sigue trabajando como fotógrafo, aunque en otra jungla muy diferente, ya que es uno de los fotógrafos de los famosos en Hollywood.
Quizá el nombre de Florence Lawrence no nos diga nada, pero fue una actriz que intervino en casi 300 películas y, aunque empezó a trabajar en una época en la que los nombres de los intérpretes no aparecían en los créditos, ella consiguió convertirse en la primera estrella de cine. Además, al igual que pasó más tarde con Heidi Lamarr, también fue inventora, en este caso, fue la pionera de algo que, hoy en día, usan millones de personas a diario.
Florence Lawrence nació el 2 de enero de 1886 en Hamilton, Canadá. Su madre se llamaba Charlotte Bridgwood y era una artista de vodevil conocida como Lotta Lawrence, apellido que adoptó Florence a la edad de cuatro años. Cuando Florence tenía 12 años, la familia se trasladó a Estados Unidos, concretamente a la ciudad de Buffalo, dónde Florence se unió a la compañía teatral de su madre tras finalizar sus estudios, aunque al poco tiempo la compañía se disolvió por discrepancias irreconciliables entre los artistas.
En 1906, la familia se traslada a Nueva York y Florence consigue un papel en The Automobile Thieves, su primera película. Un año más tarde intervino en 38 películas más e incluso le daba tiempo a compaginar cine y teatro.
En 1908 conoció a uno de los grandes pioneros del cine, D.W. Griffith, quién contrató a Florence para los estudios Biograph por 25 dólares a la semana. Su primera película juntos fue The girl and the outlaw, la cual cosechó un enorme éxito, lo que provocó que ambos trabajaran juntos en casi 60 películas más ese mismo año. También en 1908, Florence se casó con Harry Solter, un director de cine.
Lawrence comenzó a ser un rostro popular, pero no así su nombre, lo que provocó que los fans escribieran al estudio para que lo hicieran público, aunque para la Biograph, Florence continuó siendo "The Biograph girl", que era como la anunciaban. El motivo por el que los intérpretes no aparecían en los créditos era el temor de los estudios de que la fama les hiciera pedir a los actores mejoras salariales. A pesar de todo, Florence consiguió cobrar el doble en 1909. Aún así, Florence Lawrence y Harry Solter buscaron trabajo en los estudios Essanay, los cuales informaron a Biograph, desembocando todo en el despido de ambos.
El matrimonio decidió entonces unirse al IMP (Independent Moving Pictures Company of America), cuyo propietario era Carl Laemmle, quién más tarde fundaría los estudios Universal, convirtiéndose en uno de los principales magnates de Hollywood. Laemmle se sacó de la manga el primer ardid publicitario del cine, anunciando a bombo y platillo la muerte de Florence Lawrence por un atropello. Después del revuelo armado en todo el país, Laemmle desmintió la noticia, asegurando que Lawrence estaba trabajando en su próxima película, The broken oath. Ya con un nombre popular y en boca de todos, Lawrence reapareció en público en Saint Louis, en el año 1910, siendo la protagonista, junto a Laemmle, del nacimiento del "star system".
Con IMP, Lawrence realizó 50 películas y, en 1910, se marchó a los estudios Sigmund Lubin, recomendando a IMP que contrataran a una joven y entonces desconocida actriz para sustituirla: Mary Pickford, la que poco después se convertiría en "la novia de América".
En 1912 fue contratada por la Victor Film Company por 500 dólares a la semana y, con su carrera en pleno apogeo, anuncia su retirada, aunque volvió a trabajar en 1914 en la película Pawns of destiny, rodaje muy accidentado, en el que un incendio accidental provocó que Lawrence se quemara el cabello y sufriera una aparatosa caída. La actriz estuvo varios meses en shock, la Universal se negó a pagarle los gastos médicos y además terminó divorciándose de Harry Solter. Se casaría un par de veces más, pero todos sus matrimonios fracasaron.
En 1916 volvió a trabajar en la película Elusive Isabel, pero el rodaje fue muy duro para ella y su salud se resintió, por lo que sufrió una recaída. En 1921, Lawrence se trasladó a Hollywood para relanzar su carrera y consiguió pequeños papeles, pero nunca volvió a ser una estrella y se dio cuenta de que la gran mayoría del público la había olvidado. La escasez de trabajo y la crisis provocada por el crack del 29, hicieron que Lawrence terminase arruinada.
Aunque su fortuna podría haber cambiado gracias a la gran pasión de Lawrence: los automóviles. Florence era una experta conductora y propietaria de varios coches e ideó varias mejoras para que la conducción resultase más segura. Inventó un dispositivo que se colocaba en el guardabarros trasero del coche y que se accionaba cuando el conductor apretaba un botón, indicando a los demás automovilistas la dirección que iba a tomar el coche. Es decir, fue el precedente de nuestros intermitentes actuales. También inventó el que sería el precedente de las luces de freno: un dispositivo que se accionaba cuando el conductor pisaba el freno, enseñando a los demás automovilistas un brazo con una señal de STOP. Pero Lawrence no patentó ninguno de estos inventos y fueron desarrollados por las compañías automovilísticas de la época sin tener que pagarle nada a la actriz.
Finalmente en el año 1938, Lawrence intentó suicidarse con un insecticida para hormigas, muriendo en el hospital horas después. Totalmente sola y arruinada, fue enterrada en una tumba sin nombre, hasta que en el año 1991, el actor Roddy McDowall puso una placa en la que se la reconocía como la primera estrella de cine.
España también vivió su Revolución de Octubre, pero a diferencia de la rusa, no ocurrió en 1917, sino en 1934, teniendo como principal foco la zona de Asturias. Allí, una joven de 19 años llamada Aída Lafuente, también conocida con el sobrenombre de "la rosa roja de Asturias", fue capaz de tener en jaque a las tropas del ejército durante varias horas, acompañada, casi exclusivamente, por una ametralladora.
La Revolución de Octubre de 1934 se produjo entre los días 5 y 19, prosperando en zonas como Cataluña y, sobre todo, Asturias, pero sin éxito en otras zonas importantes, como Aragón o Andalucía. Fue un movimiento huelguístico-revolucionario contra el gobierno cuasi fascista del CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas), y estuvo respaldado por PSOE, UGT, CNT, FAI y PCE, es decir, socialistas, anarquistas y comunistas. Se impuso la labor de sofocar esta revolución a un, entonces, joven militar llamado Francisco Franco, quién obtuvo finalmente la victoria en una lucha extremadamente desigual.
La joven Aída Lafuente colaboró desde el principio con esta revolución, en un primer momento como enfermera, hasta que finalmente se incorporó a la lucha activa. Aída había nacido el 25 de febrero de 1915 en León, pero siendo pequeña se trasladó con su familia a Asturias. Era hija de Gustavo Lafuente, pintor de carteles y decorados del Teatro Campoamor de Oviedo, y de Jesusa Penaos. Su familia era comunista, Gustavo Lafuente fue el fundador del Partido Comunista en Oviedo y Aída enseguida colaboró en el movimiento juvenil del Partido, recaudando fondos para los presos políticos y pegando carteles.
El 13 de octubre de 1934, Aída era el enlace entre el comité revolucionario de Oviedo y los grupos que controlaban el oeste de la ciudad. Decidió parapetarse en una ametralladora que había cerca de la iglesia de San Pedro de los Arcos y enfrentarse a la 21ª Compañía, comandada por el teniente coronel Juan Yagüe. Logró detener a las tropas durante varias horas, hasta que Yagüe dio orden de avanzar y la rodearon por varios puntos. Dicen que antes de ejecutarla, algún miembro del ejército le preguntó: "Niña, ¿tú cómo te llamas?"; a lo que ella contestó: "¡Comunista Libertaria!". Fue enterrada en una fosa común junto a la tapia de la iglesia, muriendo así la mujer y naciendo la leyenda.
Durante la Guerra Civil, Aída se convirtió en un símbolo, por ejemplo, el Batallón Asturias Nº1 llevaba su nombre y, en el segundo aniversario de la revolución, se la recordaba de esta manera en el diario "La Prensa":
"Los que dieron su sangre. Aída Lafuente "La Libertaria". No podía faltar en estas horas de destacar las figuras de la Revolución de Octubre, la ingente e inolvidable de Aída Lafuente, "La Libertaria", que en aquellos instantes en que la furia militaroide se adueñaba del que había sido escenario de aquella gesta heroica del proletariado de Asturias, siguió defendiéndose con verdadero heroísmo hasta que la metralla del Tercio y las hordas africanas, traídas también en aquella ocasión contra nosotros, segó para siempre su vida. En el trascurso del tiempo la figura de Aída Lafuente se engrandece y llega a constituir un símbolo, además de un ejemplo para la mujer española, que ahora, a la vuelta de unos años, sigue las huellas de la inolvidable "Libertaria", batiéndose con el mismo heroísmo que fue su característica en todos los frentes donde se combate contra la reacción y el fascismo. Lo mismo en España que en el resto del mundo, donde se supo del heroísmo de Aída Lafuente, se tuvieron las más encendidas palabras de elogio y admiración para ella y su nombre corrió por todos los ámbitos como algo maravilloso y sublime que hablaba muy alto de la participación de la mujer en la lucha del proletariado contra la tiranía de los que han pretendido siempre mantener sus privilegios por la fuerza. Al dejar bosquejada aquí, tan pálidamente, la ingente figura de Aída Lafuente, sólo nos resta ahora deshojar, sobre su tumba, la flor de la esperanza de una España mejor, en la que la Libertad, por la que ella dio su vida, sea el punto de partida para la España con que soñamos los proletarios españoles".
El 16 de febrero de 1937, Moreno Mateo, representante del Partido Socialista asturiano, hablaba así de Aída en el Teatro Dindorra de Gijón: "Es unas de las dignas heroínas que dio siempre a la historia el pueblo español y es un símbolo del heroísmo femenino astur". Así se demuestra que Aída Lafuente se convirtió en una leyenda, no sólo en las filas del Partido Comunista.
Durante la Transición, su figura también es reivindicada, como un símbolo de la revolución juvenil. Escritores y artistas de la talla de Rafael Alberti o Víctor Manuel, hicieron canciones en su honor. Desde 1995, el paseo principal del parque de San Pedro de los Arcos lleva su nombre y hay erigida una estatua en el mismo sitio donde murió.
Quizá las personas que no sean aficionadas al cine clásico no sepan quién es Hedy Lamarr, pero es posible que debieran subirla a los altares, ya que, aparte de ser considerada en su momento como la mujer más bella de la historia del cine, destacó por su gran inteligencia y por sus inventos, como la técnica de conmutación de frecuencias, que dio origen a nuestro actual WIFI.
Hedy Lamarr nació en 9 de noviembre de 1914 en Viena, en el seno de una familia judía. Enseguida dio muestras de su gran inteligencia y en el colegio fue considerada superdotada, empezando a los 16 años sus estudios de ingeniería. Tres años más tarde abandonó sus estudios para empezar a trabajar como actriz en el teatro berlinés, de la mano de Max Reindhart. En 1933 interviene en la película, "Éxtasis", en la que Heidi Lamarr se convierte en la primera actriz que sale completamente desnuda en una película comercial y en la primera actriz que interpreta un orgasmo en pantalla. Por estos motivos, el film fue incluso condenado por el Papa Pío XI.
Tras estrenarse esta película, el armamentista Friedrich Mandl se obsesiona con ella y, tanto él como su familia, la obligan a casarse en contra de su voluntad. Mandl era el proveedor de municiones, aviones de combate y sistemas de control de Hitler y Mussolini. Durante su matrimonio, Mandl encerró a la actriz en casa y la sometió a un férreo control, por lo que tuvo que dejar su carrera interpretativa. Lamarr aprovechó su encierro para continuar con sus estudios de ingeniería y para conseguir información confidencial de los clientes y proveedores de su marido. Lamarr mantiene una relación sentimental con su asistenta, que la ayuda a escapar del control conyugal. Lamarr huye por la ventana del baño de un restaurante, va en coche hasta París, seguida por los guardaespaldas de Mandl y en París logra embarcarse hacia Londres. Una vez en Londres, vende sus joyas para conseguir un pasaje para viajar a Estados Unidos y, en el barco, coincide por casualidad con Louis B. Mayer, propietario de la Metro Goldwing Mayer. Al terminar el viaje, Lamarr había conseguido que Mayer le hiciera un contrato de siete años como actriz.
Como actriz interviene en una treintena de películas hasta 1958, destacando, sobre todo, "Sansón y Dalila" dirigida por Cecil B. DeMille en 1949. También tomó decisiones un poco discutibles, como rechazar papeles para "Luz que agoniza" o "Casablanca", algo que siempre le agradecerá Ingrid Bergman.
En 1940, durante una cena, conoce al músico George Antheil, el cual componía música para películas y escribía artículos en "Esquire" sobre endocrinología aplicada a la seducción. Lamarr y Antheil enseguida se ponen a trabajar juntos en un sistema de comunicación secreto entre barcos y torpedos mediante señales de radio que cambian constantemente de frecuencia. Este sistema estaba inspirado en un principio musical, ya que funcionaba con 88 frecuencias, equivalentes a las teclas del piano, y era capaz de hacer saltar señales de transmisión entre las frecuencias del espectro magnético.
Heidi Lamarr y George Antheil
Por haber conocido el nazismo de cerca y por su condición de judía, Lamarr le ofrece al gobierno de los Estados Unidos toda la información confidencial que recabó durante su matrimonio con Mandl y su recién inventada técnica de conmutación de frecuencias, de manera totalmente gratuita. El gobierno no se atrevió a usar dicha técnica, por miedo a ser interceptados por el enemigo, pero la guardó en secreto. Lamarr, desesperada, siguió ofreciendo su inteligencia al ejército estadounidense, pero ellos prefirieron usar su belleza como propaganda para vender bonos de guerra.
La primera vez que Estados Unidos usó este sistema de comunicación secreto fue en la crisis de los misiles de Cuba en 1962 y, más tarde, también lo usaría en la guerra de Vietnam. Pero en la década de los 80 se empezó a valorar su utilidad para la ingeniería civil y se usó la tecnología del espectro ensanchado por salto de frecuencia para dispositivos de comunicación sin cable, dando lugar al WIFI, al GPS y al Bluetooth.
En 1998, la Electronic Frontier Foundation les concede a Lamarr y a Antheil el Premio Pionero por su fundamental contribución en el desarrollo de las comunicaciones. Anthiel nunca vio valorado su invento, ya que murió en 1959 y Lamarr rehusó asistir a recoger el premio.
Pero Lamarr también inventó otras cosas, algunas con fortuna, como los liftings, y otras que fueron un rotundo fracaso, como el refresco de cola instantáneo, una pastilla por la que se obtenía un refresco al disolverla en agua.
Hedy Lamarr murió el 19 de enero de 2000 en Florida y, en su honor, se declaró el día 9 de noviembre como el Día del Inventor.
Esta imagen, creo que muy conocida para todo el mundo, representa a Rosie "la remachadora", y fue utilizado por el gobierno de los Estados Unidos como medio propagandístico para que las mujeres se animaran a trabajar en las fábricas, mientras los hombres luchaban en la Segunda Guerra Mundial. A partir de los años 80, dicha imagen se convirtió en un icono feminista por los defensores de la igualdad de sexos, especialmente en el ámbito laboral.
Las mujeres de la época por supuesto que se animaron a trabajar, se calcula que unos seis millones de mujeres llenaron las fábricas para producir municiones y suministros bélicos, haciendo un trabajo totalmente nuevo para ellas, en la mayoría de los casos. Es lo que se llamó en su momento "el frente interno".
Pero el camino de estas mujeres no fue nada fácil, ya que tuvieron que soportar unas durísimas condiciones de trabajo, cobraban mucho menos que los hombres y sufrieron, muchas de ellas, acoso sexual y desprecios machistas. Además, unas 30.000 mujeres murieron en accidentes laborales y unas 200.000 sufrieron alguna lesión. Lo que recibieron como agradecimiento es que, tras la guerra, la mayoría de estas mujeres fueron despedidas y olvidadas, teniendo que volver a su rol de amas de casa.
Rose Will Monroe
Pero, ¿quién fue en realidad Rosie "la remachadora"? Este personaje tan célebre tenía nombre y apellido, se trataba de Rose Will Monroe, una mujer que, tras quedarse viuda, empezó a trabajar en la fábrica Ford en Detroit para mantener a su familia. Trabajaba como remachadora en una cadena de montaje que se encargaba de la construcción de bombarderos. Walter Pigdeon, encargado por el Gobierno, la eligió para aparecer en una película que promocionaba la compra de bonos de guerra y Rose se convirtió en una heroína nacional, que alentaba a las mujeres a incorporarse al mercado de trabajo en las fábricas estadounidenses. En 1942 incluso se publicó una canción llamada "Rosie the riveter", grabada por varios artistas y compuesta por Redd Evans y John Jacob.
Aunque esta fama fue efímera y, al acabar la guerra, Rose fue despedida, lo que no le impidió ser una gran emprendedora: trabajó como taxista, abrió una tienda de cosméticos y terminó siendo la propietaria de una empresa de construcción. Incluso con 50 años, en 1970, consiguió la licencia de piloto privado, que era su gran sueño. Murió en 1997, a la edad de 77 años.
Geraldine Hoff Doyle
Pero el cartel que terminó convirtiéndose en un icono cultural y que estaba inspirado en Rosie, realmente lleva el rostro de otra mujer, llamada Geraldine Hoff Doyle, trabajadora de una empresa metalúrgica en Michigan. Un día, mientras Geraldine estaba en su puesto de trabajo, fue retratada por un fotógrafo de la United Press International, para mostrar la contribución femenina durante la guerra. Dicha fotografía fue ilustrada por Howard Miller para realizar un cartel encargado por el Gobierno. En realidad Geraldine trabajó en esa fábrica solamente durante dos semanas, ya que tenía miedo de lesionarse las manos porque, en realidad, era violonchelista. Pero Geraldine vivió muchos años sin saber que su rostro era un icono en su país y no se enteró hasta que, en 1984, vio un artículo de la revista "Modern Maturity", en el que aparecía el cartel de Rosie "la remachadora" junto a una foto suya. Geraldine murió en el año 2010 a la edad de 86 años.
Rosie "la remachadora" no fue el único femenino de la guerra, ya que había otros personajes como Wendy "la soldadora" o Julie "la conserje", aunque sí fue la que más popularidad tuvo. Tras muchos años de olvido, no fue hasta el año 2.000 cuando se decidió hacer un homenaje a todas estas mujeres y otorgarles cierto reconocimiento, inaugurando el Memorial Park en Richmond, California.
De los pocos legados de la Segunda República Española que han sobrevivido hasta hoy, quizá el más significativo fue el logro, al fin, del sufragio universal en España, aunque no tuvo un camino fácil, ni estuvo exento de polémica.
La izquierda no quería que la mujer votara porque estaba muy influida por la Iglesia, por lo que su voto iba a ser muy conservador. Una de las personas que se manifestaron más radicalmente en contra fue el diputado Roberto Novoa Santos, quién esgrimía una razón biológica, diciendo que la mujer no controlaba la reflexión ni el espíritu crítico, que sólo era capaz de guiarse por sus sentimientos.
"¿Por qué hemos de conceder a la mujer los mismos títulos y los mismos derechos políticos que al hombre?(...). La mujer es toda pasión, toda figura de emoción, toda sensibilidad; no es, en cambio, reflexión, no es espíritu crítico, no es ponderación. Es posible, o seguro, que hoy la mujer española, lo mismo la mujer campesina que la mujer urbana, está bajo la presión de las instituciones religiosas (...). Y yo pregunto: ¿Cuál sería el destino de la República si en un futuro próximo, muy próximo, hubiésemos de conceder el voto a las mujeres? Seguramente una reversión, un salto atrás. Y es que a la mujer no la domina la reflexión y el espíritu crítico; la mujer se deja llevar siempre de la emoción, de todo aquello que habla a sus sentimientos, pero en poca escala, en una mínima escala de la verdadera reflexión crítica. Por eso y creo que, en cierto modo, no le falta razón a mi amigo D. Basilio Álvarez al afirmar que se haría del histerismo ley. El histerismo no es una enfermedad, es la propia estructura de la mujer, la mujer es eso: histerismo y por ello es voluble, versátil, es sensibilidad de espíritu y emoción. Esto es la mujer. Y yo pregunto: ¿en qué despeñadero nos hubiéramos metido si en un momento próximo hubiéramos concedido el voto a la mujer? ¿Nos sumergiríamos en el nuevo régimen electoral, expuestos los hombres a ser gobernados en un nuevo régimen matriarcal, tras del cual habría de estar siempre expectante la Iglesia Católica española?"
En las elecciones constituyentes de junio de 1931, a la mujer se le concedió el sufragio pasivo, es decir, no podían votar pero sí se podían presentar como candidatas, siendo elegidas como diputadas Clara Campoamor y Victoria Kent, que mantendrían entre ellas uno de los debates más tensos del Congreso de los Diputados, en referencia al voto femenino.
Clara Campoamor
Clara Campoamor nació en Madrid en 1888 y, tras la muerte de su padre, tuvo que ponerse a trabajar para mantener a su familia. Entre otros empleos, fue la secretaria de Salvador Cánovas, director del periódico conservador "La Tribuna". Gracias a este trabajo conoció a mucha gente, se inició en política y consiguió publicar algún artículo. Con 36 años se convirtió en una de las pocas abogadas de la época en España. Políticamente era cercana al PSOE, pero fue elegida diputada con el Partido Radical y formó parte de la Comisión Constitucional, encargada de crear una nueva Constitución para España. En dicha comisión luchó en contra de la discriminación por sexo, por la igualdad jurídica de hijos e hijas, hubieran sido concebidos o no dentro del matrimonio; por el divorcio y por el sufragio universal, consiguiendo todo, aunque el voto femenino se tuvo que debatir en las Cortes.
Victoria Kent nació en Málaga en 1881 y también fue abogada, haciéndose famosa por defender a Álvaro de Albornoz ante el Tribunal Supremo de Guerra y Marina, tras la sublevación de Jaca de 1930, convirtiéndose en la primera mujer que intervino en un consejo de guerra y consiguiendo la absolución de su defendido. Se afilió al Partido Republicano Radical Socialista y, en 1931, fue elegida Directora General de Prisiones.
El 30 de septiembre de 1931 se inicia el debate en las Cortes para decidir sobre el sufragio universal. Victoria Kent estaba en contra de que se concediera el voto femenino de manera inmediata, ya que consideraba que la mujer carecía de la suficiente preparación social y política como para votar con responsabilidad. Para Kent, una prueba de ello era que se había entregado al Presidente de las Cortes un millón y medio de firmas de mujeres que pedían que en la nueva Constitución se respetaran los derechos de la Iglesia.
Victoria Kent
"Que creo que el voto femenino debe aplazarse. Que creo que no es el momento de otorgar el voto a la mujer española. Lo dice una mujer que, en el momento crítico de decirlo, renuncia a un ideal. Lo pido porque, no es que con ello merme lo más mínimo la capacidad de la mujer, no, Sres Diputados, no es cuestión de capacidad; es cuestión de oportunidad para la República. Cuando la mujer española se dé cuenta de que sólo en la República están garantizados los derechos de cuidadanía de sus hijos, de que sólo la República ha traído a su hogar el pan que la Monarquía no les había dejado, entonces, Sres Diputados, la mujer será la más ferviente, la más ardiente defensora de la República; pero, en estos momentos, cuando acaba de recibir el Sr. Presidente firmas de mujeres españolas que, con buena fe, creen en los instantes actuales que los ideales de España deben ir por otro camino, cuando yo deseaba fervorosamente unos millares de firmas de mujeres españolas de adhesión a la República (...). Por hoy, Sres Diputados, es peligroso conceder el voto a la mujer".
En la posición contraria se encontraba Clara Campoamor, que contestó de esta manera a Victoria Kent:
"Precisamente porque la República me importa tanto, entiendo que sería un gravísimo error político apartar a la mujer del derecho a voto. Yo soy Diputado por la provincia de Madrid; la he recorrido, no sólo en cumplimiento de mi deber, sino por cariño, y muchas veces, siempre, he visto que a los actos públicos acudía una concurrencia femenina muy superior a la masculina, y he visto en los ojos de esas mujeres las esperanza de redención, he visto el deseo de ayudar a la República, he visto la pasión y la emoción que ponen en sus ideales. La mujer española espera hoy de la República la redención suya y la redención del hijo. No cometáis un error histórico que no tendréis nunca bastante tiempo para llorar al dejar al margen de la República a la mujer, que representa una fuerza nueva, una fuerza joven... Que está anhelante, aplicándose a sí misma la frase de Humboldt, de que la única manera de madurarse para el ejercicio de la libertad y de hacerla accesible a todos, es caminar dentro de ella".
Finalmente, el sufragio universal salió adelante con el apoyo de la minoría de derechas, gran parte del PSOE y algunos republicanos; con un resultado de 161 votos a favor y 121 en contra. Se trataron de incluir dos enmiendas, que terminaron siendo rechazadas: por un lado, Hilario Ayuso quería que los hombres pudieran ejercer su derecho al voto a partir de los 23 años y las mujeres a partir de los 45; y por otro lado, Victoria Kent quería que la mujer no pudiera votar en unas elecciones generales hasta haber votado dos veces en unas municipales. El 19 de noviembre de 1933 se celebraron las primeras elecciones en las que pudieron votar las mujeres, saliendo victoriosos los conservadores; elecciones en las cuales, ni Kent ni Campoamor pudieron renovar sus escaños.
En este debate se consideró vencedora a Clara Campoamor, pero tuvo que pagar un precio muy alto, políticamente hablando. En 1934 abandonó el Partido Radical e intentó unirse a Izquierda Republicana, pero fue rechazada su admisión. En 1935 publicó el libro "Mi pecado mortal. El voto femenino y yo". Al estallar la Guerra Civil se fue de España y murió en Lausana (Suiza) en 1972.
Victoria Kent, sin embargo, continuó ejerciendo de Directora General de Prisiones hasta 1934, teniendo un papel muy destacado. En las elecciones del 16 de febrero de 1936 fue elegida diputada por Jaén en las listas de Izquierda Republicana. Durante la Guerra Civil creó refugios para niños y guarderías infantiles. El Gobierno de la República la envió a Francia como Primera Secretaria de la Embajada Republicana en París, dónde se encargó de las evacuaciones de niños. Allí le sorprendió la ocupación nazi y sobrevivió hasta el final de la Segunda Guerra Mundial bajo la identidad falsa de Madame Duval. En 1948 se marchó a México y en 1949 se estableció en Nueva York. Fue ministra sin cartera de la Segunda República Española en el exilio entre los años 1951 y 1956. Murió en Nueva York en 1987.
Aquí tenemos el ejemplo de dos mujeres progresistas y con gran conciencia social, pero con maneras distintas de entender las cosas y de luchar: una no quiso traicionar a su sexo y la otra no quiso traicionar a la República.
Se dice que detrás de un gran hombre hay una gran mujer, pero en ocasiones encontramos a grandes mujeres detrás de hombres no demasiado grandes. Este es el caso de María Lejárraga, que vivió parte de su vida a la sombra de su marido, Gregorio Martínez Sierra, que alcanzó fama y reconocimiento internacional por unas obras literarias que no escribió él, sino su esposa.
María de la O Lejárraga nació en 1874 en San Millán de la Cogolla (La Rioja), aunque se crió en el pueblo de Carabanchel (Madrid). Pertenecía a una familia acomodada, así que tuvo acceso a una buena educación, estudiando magisterio y ejerciendo como maestra más tarde. Siempre estuvo muy interesada por la escritura y también fue muy activa en la política, siendo uno de los máximos baluartes del movimiento feminista español.
En 1897 conoce a Gregorio Martínez Sierra, un joven aspirante a autor teatral seis años más joven que ella. En 1899, María publica su primera obra: "Cuentos breves, lecturas recreativas para niños" y, según cuenta en su autobiografía, todos los miembros de su familia, al ser tan instruidos y estar tan acostumbrados a leer y escribir, reaccionaron con total indiferencia a la publicación de dicho libro. Lejárraga se enfadó tanto con ellos que les juró que jamás verían su nombre en la cubierta de un libro. Esta anécdota, aunque la narra la propia escritora, parece ser que es una justificación poco realista a la explotación que sufrió por parte de su marido, al que estuvo muchos años atada por amor.
Mientras Lejárraga escribía, la fama de Martínez Sierra iba aumentando, siendo considerado uno de los padres del Modernismo en España. Lo único positivo para Lejárraga de esta explotación, es que ella consiguió divulgar su obra burlando los prejuicios existentes en contra de las mujeres en general y de las escritoras en particular.
Lejárraga y Martínez Sierra se casaron el 30 de noviembre de 1900. En el año 1906, Martínez Sierra se enamora de la actriz Catalina Bárcena, teniendo una relación con ella a pesar de su matrimonio. Martínez Sierra, gracias al reconocimiento conseguido de manera poco ética, se convirtió en uno de los nombres principales del teatro español del momento, creando incluso su propia compañía de teatro. El matrimonio también ayudó a jóvenes autores a estrenar sus obras, como fue el caso de Federico García Lorca que, gracias a ellos dos pudo estrenar "El maleficio de las mariposas" en 1920, en el Teatro Eslava, ubicado en la actual discoteca Joy Eslava.
En 1922, el juego a dos bandas de Gregorio se viene abajo cuando Catalina Bárcena se queda embarazada, siendo el punto y final del matrimonio entre Lejárraga y Martínez Sierra, aunque María siguió escribiendo para él. También escribió para otros autores, ya que se la considera la autora, por ejemplo, de "El pavo real", obra oficialmente atribuida a Eduardo Marquina.
En 1933, Lejárraga, afiliada al Partido Socialista, es elegida diputada al Congreso de la República por Granada y también Vicepresidenta de la Comisión de Instrucción Pública. Perteneció al Comité de mujeres contra la guerra y el fascismo, y precisamente la guerra y el fascismo hicieron que terminara exiliándose. En noviembre de 1936 es enviada a Berna como agregada comercial para Italia y Suiza. En otoño de 1937 se hace cargo de una colonia de niños evacuados de España y, al finalizar la Guerra Civil, se va a Francia, dónde vivirá en la clandestinidad durante la ocupación nazi. En septiembre de 1950 se marcha a Nueva York, residirá después en México y, finalmente, en Buenos Aires, ciudad en la que emprendió nuevos proyectos literarios y periodísticos, y en la que moriría en 1974.
María Lejárraga y Gregorio Martínez Sierra
Gregorio Martínez Sierra dejó un escrito firmado que decía: "Declaro para todos los efectos legales, que todas mis obras están escritas en colaboración con mi mujer, Doña María de la O Lejárraga y García, y para que conste firmo ésta en Madrid a 14 de noviembre de 1930". A pesar de este reconocimiento de "coautoría" por parte de Martínez Sierra, a María Lejárraga le costó mucho hacerse con los derechos de sus obras. Eso sí, hoy en día, por fin tiene el reconocimiento que tanto mereció entonces, ya que nadie duda de quién poseía el talento en ese matrimonio.
En 1863, Charles Lutwige Dodgson, más conocido como Lewis Carroll, publicó un libro llamado "Las aventuras de Alicia bajo tierra", aunque un par de años después volvería a publicarse con otro título: "Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas". Tal fue el éxito del libro, que en 1871 publicaría una segunda parte llamada "A través del espejo y lo que Alicia encontró allí". Ambos libros le hicieron mundialmente famoso, aunque Dodgson en realidad era profesor de matemáticas en Oxford y un gran fotógrafo infantil, de hecho se le considera el mejor fotógrafo de niñas del siglo XIX, pero tuvo que dejar el arte de la fotografía, debido a problemas surgidos con las familias de varias niñas fotografiadas por haberlas retratado desnudas.
En 1856, Dodgson trabó amistad con Henry George Liddell, deán de la escuela de Westminster, y con toda su familia, es decir, su esposa Lorina y sus hijos, entre los que se encontraba Alice, que entonces tenía cuatro años. Las niñas solían posar para que Dodgson las fotografiara y éste las solía llevar de excursión al río. En una de estas excursiones, Alice le pidió a Dodgson que se inventara una historia y ahí se empezó a fraguar el relato de Alicia, el cual Dodgson tardó dos años en escribir y en ilustrar. En las navidades de 1863, Dodgson le regaló a Alice un ejemplar dedicado.
La amistad de Dodgson con la familia Liddell se rompió de forma abrupta y hay muchos rumores acerca de cuál pudo ser la causa. Por un lado se especula con que Dodgson, con inclinaciones pedófilas, pudiera sentir atracción sexual por Alice y que incluso hubiera pedido su mano. Otras voces apuntan a que el interés de Dodgson estaba centrado en la institutriz de las niñas o en la hermana mayor de Alice, pero es un tema que nunca se aclarará, ya que no hay ninguna prueba escrita de lo que ocurrió realmente. Las hojas del diario de Dodgson que corresponden a los días en los que se rompió esta amistad fueron arrancadas por sus herederos. A pesar de ello, Dodgson y Alice siguieron manteniendo contacto epistolar hasta 1892, aunque se vieron de manera muy esporádica.
Alice Liddell y Charles Lutwige Dodgson.
Alice fue creciendo y se dice que fue pretendida por Leopold, Duque de Albany e hijo menor de la reina Victoria, aunque el romance no prosperó. Eso sí, años más tarde, Leopold tuvo una hija a la que llamó Alice y Alice tuvo un hijo al que llamó Leopold y que se convertiría en el ahijado del Duque. Finalmente, en 1880, Alice se casó con Reginald Gervis Hardgreaves, hijo de un gran empresario británico y tuvieron tres hijos, dos de los cuales murieron en la Primera Guerra Mundial. Reginald murió en 1926 y, tras su muerte, Alice se vio obligada a vender el manuscrito autografiado que Dodgson le había regalado en 1863, ya que las deudas le acuciaban. Como "Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas" ya estaba considerado un clásico de la literatura infantil, Alice recibió por él una importante suma de dinero y, dicho manuscrito, terminó exponiéndose en la Universidad de Columbia en 1932, en los actos que conmemoraban el centenario del nacimiento de Dodgson. Alice fue invitada a esta celebración del centenario y le concedieron un doctorado honoris causa. En cuanto al manuscrito que estaba expuesto en Columbia, fue adquirido por una sociedad bibliófila estadounidense tras la muerte de su propietario y fue regalado al pueblo británico, así que hoy en día se encuentra en la biblioteca del Museo Británico.
Alice murió un par de años más tarde, en 1934, a la edad de 82 años y parece ser que cansada de ser Alicia en el país de las maravillas. Dodgson siempre afirmó que Alicia era producto de su imaginación y que nunca se había inspirado en una niña real, aunque el libro estuviera dedicado a Alice Liddell. Y, como curiosidad, en "A través del espejo y lo que Alicia encontró allí" hay poema acróstico en el que, tomando la primera letra de cada verso, se puede leer un nombre y no es otro que el de Alice Pleasance Liddell.
Ahora con la película de Álex de la Iglesia se ha vuelto a hablar de Zugarramurdi y de sus brujas, pero merecería la pena echar la vista atrás y ver qué pasó realmente, no sólo allí, sino en otros pueblos de la región, especialmente a inicios del siglo XVII, cuando hubo una oleada de terror y de sospechas, en la que se acusó a miles de personas de brujería.
Quizá la primera persona con nombres y apellidos de la que se sabe fue acusada de brujería en esa zona, es Lucía de Aretxaga, vecina del pueblo de Zalla, en Vizcaya. Parece ser que de todos era sabido las conexiones que tenía Lucía con Satán y, cuenta la leyenda, que un vinatero navarro, junto con su criado, fueron a verla a Zalla para que les ayudara a encontrar un anillo que había perdido la mujer de éste. Lucía le pregunta al Diablo, el cual le contesta que el anillo está en una de las cubas de vino de la familia, ya que se les cayó allí por accidente. Lucía, sin embargo, le dice al vinatero que su mujer le ha dado el anillo a su amante, que, para más inri, es el sacerdote de su pueblo. Muy enfadado, el vinatero sale en dirección a su pueblo con intención de matar a su mujer, pero su criado le dice que ha escuchado la conversación entre Lucía y el Diablo, confesándole dónde se encuentra el anillo realmente. Así que el vinatero denuncia a Lucía, la cual es detenida y quemada en la hoguera. En realidad, parece ser que Lucía de bruja tenía poco, más bien se trataba de una indigente que deambulaba por el pueblo y que no tenía muy buena fama entre sus vecinos.
Pero el suceso de mayor envergadura lo encontramos en Lapurdi, una región del País Vasco francés, en los primeros años del siglo XVII. El origen se encuentra en unas disputas entre varias familias poderosas de la zona, que terminan acusándose mutuamente de brujería. El asunto toma tal cariz, que el rey de Francia, Enrique IV, envía allí al jurista Pierre de Lancre para que ponga orden. Pierre de Lancre, a parte de ser un misógino convencido, no entendía en absoluto las costumbres de la zona, y veía brujería en cosas como el juego de pelota, los bailes regionales o la medicina natural; y su intención era erradicar la brujería a sangre y fuego, por lo que acusó a unos 3.000 vecinos, de los cuales alrededor de 600 fueron quemados en la hoguera. Los juicios se celebraron en el castillo de Saint-Pee-Sur-Nivelle y entre las personas ejecutadas había, por ejemplo, tres curas, ya que participaban activamente de las costumbres de la región. Pero la inmensa mayoría de las personas quemadas eran mujeres, en su mayoría esposas de marinos que faenaban en Terranova y que vivían con gran autonomía e independencia en ausencia de éstos, y este signo de modernidad no era bien visto por Pierre de Lancre, el cual aprovechó que las mujeres se encontraban solas en el pueblo para iniciar las ejecuciones. Al llegar los marineros de Terranova y ver la situación, se inicia una revuelta, así que el obispo de Bayona le pide a Pierre de Lancre que abandone la región.
Pero estos sucesos de Lapurdi hacen que se extienda una atmósfera de terror por todo el norte de España, hasta tal punto que una muchacha francesa, procedente precisamente de Lapurdi, llega a Zugarramurdi y empieza a acusar a mucha gente de brujería. Así que la Inquisición manda a dos personas para que empiecen a investigar lo que está pasando en Zugarramurdi. Estos dos agentes inquisitoriales interrogan a 8 testigos, niños y adolescentes asustados por los sermones de los sacerdotes en contra de las sectas diabólicas, que tienen pesadillas y sueñan con gente del pueblo que los saca de sus casas y se los lleva a los aquelarres. Así que las gentes del pueblo se personaban en las casas de los acusados y, con malos tratos y amenazas, hacían que confesaran su condición de brujos, es decir, antes de que se iniciaran los juicios estaban señalados de antemano por su comunidad. Los inquisidores lo tenían claro, había una secta diabólica que desde Francia estaba invadiendo España, así que, en principio detuvieron a cuatro personas y se las llevaron a Logroño, lugar dónde se iba a celebrar el auto de fe. Otras ocho personas se fueron andando voluntariamente hasta Logroño para decir que las acusaciones eran falsas y la Inquisición también los detuvo. En total fueron juzgadas unas cincuenta personas, de las cuales once murieron en la hoguera, por el mero hecho de mantener su inocencia hasta el final, acusadas de adorar al Diablo, de comer niños, de volar,etc. Las demás pasaron un par de años en las mazmorras de la época, de las cuales, al menos dos, murieron por enfermedad. Como curiosidad, en el auto de fe de Logroño fue la primera vez que se empleó el término aquelarre como junta de brujas, pero por error, ya que estos juicios se tuvieron que celebrar con intérprete, porque todos los acusados hablaban vascuence y aquelarre era un topónimo que significaba "del prado del macho cabrío", pero una mala interpretación le dio el significado que tiene hoy en día. Al final a Zugarramurdi llegó el sentido común de la mano de Alonso de Salazar, sacerdote e inquisidor, que afirmó que en Zugarramurdi no había brujos ni embrujados hasta que no se empezó a hablar de ellos, y es cierto, ya que la gente empezó a conocer los aquelarres cuando la Inquisición les empezó a preguntar. Al principio, Alonso de Salazar tuvo muchas voces en contra, ya que le acusaron de ser el abogado de las brujas, pero lo cierto es que evitó una masacre, ya que a todas las personas que detenían les obligaban a decir los nombres de sus cómplices y el Tribunal de la Inquisición llegó a tener una lista con más de 1.000 posibles acusados. Pero tras las conclusiones de Alonso de Salazar, la Inquisición en España decidió ser mucho más recta y estricta a la hora de acusar a alguien de brujería e incluso se abolieron las quemas de brujas cien años antes que en el resto de Europa.
Con el tiempo, se supo que muchas de las personas acusadas habían reivindicado ante el abad cierta libertad para el pueblo, otras eran personas de mal vivir que se dedicaban al robo y vivían prácticamente de la indigencia; así que estos juicios sirvieron para quitarse a ciertos sujetos indeseables de la región. Seguramente también pervivieran en la época algunos ritos primitivos dedicados a la luna o a los solsticios, que eran paganos, pero que nada tenían que ver con los aquelarres.
Lo que sí es cierto es que, durante muchos siglos, entre los propios habitantes de Zugarramurdi sí pervivió la imagen que quiso dar la Inquisición sobre esos sucesos y se vio a los acusados como personas que rendían culto al Diablo. Pero en la actualidad esa visión, afortunadamente ha cambiado, y desde Zugarramurdi se quiere reivindicar la honradez de sus vecinos de antaño y han creado el Museo de las brujas y se hacen muchas actividades culturales en torno a este episodio, para limpiar el nombre de los ajusticiados. Por cierto, la brujería se ha asociado más a la mujer que al hombre, pero en Zugarramurdi se quemaron personas de ambos sexos. Así que ahora sólo nos queda visitar Zugarramurdi para ver in situ dónde se desarrolló todo, incluso se puede visitar la cueva en la que se supone que se realizaban los aquelarres. Así que cuando vayais, fijaos en las sombras de la gente, a ver si alguno va a tener cuernos...
En 1962 el director de cine Robert Aldrich decide adaptar para la gran pantalla la novela de Henry Farrell "¿Qué fue de Baby Jane?". La historia trata sobre Jane, una niña prodigio que triunfa en espectáculos musicales allá por el año 1917, y de su hermana Blanche, que triunfa en el cine en los años 30; hasta que un trágico suceso trunca sus carreras y las obliga a vivir juntas. Para ello Aldrich emplea la técnica teatral francesa del "grand guignol", es decir, sitúa la película en una atmósfera angustiosa, presenta a los personajes, especialmente a Jane, con unos maquillajes esperpénticos para exagerar sus gestos y expresiones, y retrata las bajas pasiones del ser humano, en este caso, el poder, la ambición y, sobre todo, la envidia. La película tiene muchas influencias de "Psicosis", estrenada un par de años antes, ya que ambas se centran en el terror psicológico; y de "El crepúsculo de los dioses", estrenada en 1950, ya que, probablemente, sean las dos películas que mejor retratan el paso de una época en Hollywood.
Pero, lo más increíble que consiguió Aldrich fue conseguir que la película la protagonizaran Bette Davis y Joan Crawford, dos de las actrices más reconocidas del momento, pero no era ningún secreto para nadie que se odiaban desde hacía mucho tiempo. Hay varios motivos que podrían explicar esta rivalidad. Por un lado, parece ser que Joan Crawford era una bisexual insaciable, de hecho la propia Bette Davis había dicho de ella que "se había metido en la cama con todas las estrellas de la Metro, menos con la perra Lassie"; y unos años atrás Crawford había pretendido a Davis: le mandaba muchos regalos e intentaba concertar una cita con ella, pero fue rotundamente rechazada. Bette Davis le dijo que no le mandara nada más porque no tenía tiempo de salir a comprar ningún regalo para ella. Otra de las causas del desencuentro entre las actrices sería que, en 1935, Bette Davis protagonizó "Peligrosa" junto a Franchot Tone, prometido de Joan Crawford, y se convirtieron en amantes, aunque para el actor sólo fue una aventura, ya que ese mismo año se terminó casando con su prometida. También había una rivalidad profesional, ya que Joan Crawford era una de las máximas estrellas de la Metro Goldwing Mayer, mientras que Bette Davis era la estrella de la Warner, y a ésta última le desesperaba que las películas con los mejores papeles femeninos se los llevara siempre la Metro, debido, parece ser a la tacañería de Jack Warner, que no solía gastarse grandes fortunas en guiones, y normalmente Bette Davis conseguía sus mejores papeles cuando la cedían a otros estudios, especialmente a la RKO.
Así que con todos estos antecedentes se intentó poner en marcha el rodaje de "¿Qué fue de Baby Jane?". Aldrich le ofreció a Joan Crawford el papel de Jane, pero lo rechazó porque dijo que era muy fea y prefirió quedarse con Blanche, así que el director habló con Bette Davis para que interpretase a Jane. Bette Davis le preguntó a Robert Aldrich que si se había acostado con Joan Crawford y éste contestó "no y no porque la señora Crawford no lo haya intentado". A Davis le gustó la franqueza de Aldrich y aceptó el papel, aunque, desde la firma del contrato, la cosa ya empezó mal, al darse cuenta Davis de que Crawford cobraba algo más que ella y exigió un reparto equitativo de los salarios.
El rodaje está lleno de anécdotas, ya que el empeño de ambas actrices fue el hacerle la vida imposible a la otra. En esa época Joan Crawford estaba casada con un alto ejecutivo de Pepsi, así que Bette Davis ordenó instalar una máquina de Coca-Cola justo enfrente del camerino de su compañera. Parece ser que Joan Crawford tenía un problema de alcoholismo, cuentan que nunca se separaba de una botella de Pepsi, que en realidad contenía vodka, algo que molestaba mucho a Davis, ya que pensaba que una actriz que siempre se presentaba borracha a trabajar iba a estropear su película. "Esta puta se pasa achispada todo el tiempo" es lo que solía decir de ella. Una de las exigencias de Crawford es que la temperatura del set de rodaje nunca sobrepasara los 15 grados, pero Davis convenció al equipo técnico de que no la hicieran caso, ya que Crawford "siempre iba recalentada por todo el alcohol que tomaba". También se cuenta que, a pesar de la fama de promiscua que tenía Crawford, daba una imagen de ser una persona muy puritana, otra cosa que sacaba bastante de sus casillas a Davis, por lo que en la puerta de su camerino puso un cartel que decía: "De todas mis relaciones, la que más me gusta es el sexo", con el único propósito de escandalizar a Crawford. La tensión fue in crescendo y, en una escena en la que Jane le daba una paliza a Blanche, Davis se lo tomó muy en serio y le dio tales patadas a Cawford, que ésta terminó con 20 puntos de sutura en la cabeza. Eso sí, Crawford se vengó, y en una escena en la que Jane tenía que arrastrar el cuerpo de Blanche, se puso unas pesas sabiendo que Davis sufría problemas de espalda, para que le costase mucho más.
Y la puntilla final ocurrió una vez finalizado el rodaje, en la gala de los premios Oscar. Davis fue nominada por su papel de Jane por onceava vez, mientras que Crawford no, para regocijo de la primera y fastidio de la segunda. Pero en esta ocasión, Joan Crawford hiló bastante fino y llegó a un acuerdo con el resto de actrices nominadas para que, en caso de ganar, dejar que Crawford recogiera el premio en su lugar. Y así sucedió, cuando se anunció que la ganadora era Anne Bancroft por "El milagro de Anna Sullivan", Joan Crawford se levantó ante la mirada atónita de Bette Davis, le dijo dulcemente: "¿Me disculpas?", y recogió el premio.
Ante el éxito que tuvo la película, Robert Aldrich intentó que ambas repitieran en "Canción de cuna para un cadáver", pero ellas exigieron que se usaran dobles para las escenas en las que tuvieran que salir juntas, algo a lo que Aldrich se negó. Además Joan Crawford por enfermedad no pudo participar, ella iba a ser la que encarnara el personaje principal, que finalmente fue para Davis, que en un principio iba a interpretar el papel secundario. Así que Bette Davis propuso a Vivien Leigh para que la acompañara en la película, pero ésta se negó diciendo: "Podría quizá mirar el rostro de Joan Crawford a las siete de la mañana en una plantación del sur ¡pero desde luego no podría mirar el de Bette Davis!". Katherine Hepburn también rechazó el papel, que finalmente fue interpretado por Olivia de Havilland, gran amiga de Davis en la vida real.
Joan Crawford murió en 1977 y cuando Bette Davis se enteró dijo: "Cuando se muere alguien no se pueden decir frases negativas, solamente se pueden decir frases positivas, así que... Joan Crawford se ha muerto ¡qué bien!". No se le puede negar a Davis que fue una frase muy positiva. Bette Davis murió en 1989, unos días después de recibir el premio Donostia en el Festival de San Sebastián.