"El Museo del Prado es más importante para España que la República y la Monarquía juntas... Calcule usted qué sería si los cuadros desapareciesen o se averiasen gravemente, un gran bochorno. Tendría usted que pegarse un tiro." Estas palabras se las dijo Azaña a Negrín en una conversación telefónica en el año 1937, y con esta premisa de que las obras de arte eran más importantes que una guerra, se hizo un gran esfuerzo durante los tres años que duró la contienda para salvar los objetos más valiosos del patrimonio artístico español.
Al poco de estallar la Guerra Civil en España, el 23 de julio de 1936, se creó la Junta de Defensa del Tesoro Artístico, por iniciativa del escritor José Bergamín y de la Alianza de Intelectuales Antifascistas. Dicha Junta intervenía directamente en palacios, iglesias o museos para inventariar y trasladar las obras de arte a depósitos acondicionados para su conservación. A veces esta labor se encontró con obstáculos, debido a los resquemores y recelos de la población, especialmente cuando se intervenía en espacios eclesiásticos o en colecciones privadas.
El Museo del Prado cierra sus puertas de manera preventiva el 30 de agosto de 1936 y se trasladan sus obras más valiosas al sótano, ya que se considera el lugar más seguro del museo ante un posible ataque. Poco después comienza la "Batalla de la Ciudad Universitaria", que se prolongará durante tres años y varios puntos de la capital se empiezan a ver afectados por el conflicto bélico. Por ejemplo, el Museo de Arte Moderno o la Academia de San Fernando sufren ataques aéreos y también El Prado, especialmente su fachada principal.
Ante esta inseguridad, el 5 de noviembre de 1936 se ordena la evacuación de las principales obras del Museo del Prado. Los responsables de dicha evacuación serán Josep Renau, director general de Bellas Artes; y el arquitecto Vaamonde. El destino de las obras de arte será Valencia, que es dónde se había trasladado previamente el Gobierno de la República y serán trasportadas por camiones militares, una vez que hayan sido embaladas y metidas en cajas especiales. Dicho trayecto no estuvo exento de contratiempos, por ejemplo, cada camión tardaba una media de 24 horas en llegar a Valencia, ya que, por precaución, los vehículos no podían superar los 15 kilómetros por hora. Tampoco contaron con algunas condiciones adversas que se dieron durante el camino, como que los camiones cargados con los cuadros no cabían por debajo del puente de Arganda, teniendo que ser los lienzos llevados a pulso en este punto del trayecto.
Traslado de "Venus recreándose en la música" de Tiziano |
Una vez en Valencia, los cuadros se depositaron el las Torres de Serranos y en la Iglesia del Patriarca, edificios que habían sido fuertemente protegidos contra posibles bombardeos. Pero Valencia empieza a ser objetivo de las tropas rebeldes, así que en 1937, se vuelven a trasladar las obras de arte, esta vez a la Mina de Negrín en Gerona, dónde quedan depositadas en un espacio situado a 250 metros de profundidad y perfectamente acondicionado, y allí permanecen hasta que, el 3 de febrero de 1939, se produce un acuerdo entre el Gobierno de la República y la Sociedad de Naciones para la salvaguarda del patrimonio español, dando como resultado el traslado de los cuadros del Museo del Prado a Ginebra (Suiza).
El 12 de marzo de 1939 comienza el traslado al país helvético en un tren especial que atravesará Francia. En este viaje sucedió el peor contratiempo de todos los traslados que sufrieron los cuadros: una vez en Ginebra, el camión que transportaba "La carga de los mamelucos" de Francisco de Goya chocó contra un balcón y el cuadro quedó seriamente dañado. Fue reparado a duras penas, pero no se pudieron solventar todos los daños.
Al terminar la guerra, Franco considera que la República ha cometido un expolio y exige a Ginebra la devolución inmediata de los cuadros, por medio del muralista Josep Maria Sert. En Ginebra se celebra una exposición con las obras de El Prado y, al finalizar ésta, devuelven los cuadros a España. La Sociedad de Naciones reclamó los costes de los traslados a Franco, quién nunca atendió las peticiones y, por lo tanto, se negó siempre a pagar esa deuda, a pesar de que en el acuerdo firmado en febrero de 1939, se dejaba claro que España se encargaría de todos los costes.
Así que se acusa de expolio a quién intentó proteger el patrimonio nacional, mientras que el acusador era el que lanzaba bombas a los museos, sin importarle si había cuadros dentro o no. Sea como fuere, lo único positivo de todo esto es que hoy en día podemos ir a El Prado y seguir disfrutando de Velázquez, Goya, El Greco, Tiziano o Rubens.
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