martes, 1 de diciembre de 2015

Ataúdes de seguridad

Hoy en día los avances médicos permiten certificar la muerte de una persona casi con total seguridad, pero durante siglos, el ser enterrado vivo era uno de los grandes temores de la gente, ya que, por ejemplo, durante las grandes epidemias de cólera se enterró precipitadamente a muchas personas para evitar contagios. Así que, desde finales del siglo XVIII se empezaron a crear ataúdes de seguridad para alertar sobre los entierros prematuros.
Sólo en Estados Unidos, entre los años 1868 y 1925 hubo 22 solicitudes de patentes de dichos ataúdes, aunque nos tenemos que remontar hasta la última década del siglo XVIII para encontrar el primer invento de estas características. Fue creado por orden del duque Ferdinand de Brunswich y tenía un tubo que comunicaba con el exterior para que entrara el aire y una cerradura que se abría con una llave que portaba la persona enterrada, que a su vez tenía otra llave con la que abría la puerta de la tumba.
Pocos años más tarde, Timothy Clark Smith fue enterrado en un ataúd especial con un tubo de ventilación y una ventana que le permitía ver el exterior y asomarse en caso de despertar.
En 1822, Adolf Gutsmuth fue enterrado vivo varias veces para demostrar la eficacia de su invento. La novedad, esta vez, era que poseía un tubo de alimentación por el que se podían pasar alimentos desde el exterior y el propio Gutsmuth cenó alguna noche en su propio ataúd con los alimentos suministrados desde fuera. Parece ser que cenó sopa, salchichas y cerveza.
En 1897, el chambelán del zar Nicolás II, el conde Karnice-Karnicki, creó un sistema de rescate que se activaba al detectar movimiento dentro del ataúd, poniendo en funcionamiento una bandera, una lámpara y una campana. El problema es que este sistema se activaba con cualquier movimiento, incluso con los propios de la descomposición del cuerpo, por lo que creó varia falsas alarmas.
Ya en el siglo XX, Angelo Hays creó un ataúd en el que se podía estar sentado con una mesa con alimentos, un ventilador, una radio para pedir ayuda y un baño. Él mismo fue enterrado vivo y se salvó porque un agente de seguros pidió que exhumaran su cuerpo.
En los años 60, John Dackeney creó una bóveda que se abría cada noche durante dos semanas, y en 1995, Fabrizio Ceselli creó un ataúd con alarmas, teléfono y un estimulador cardíaco.
Retrato de Fray Luis de León
No está documentada ninguna salvación gracias a estos inventos, pero sí que es verdad que, a lo largo de la historia, a muchas personas les hubiera venido bien. Quizá el caso más célebre sea el de Fray Luis de León, aunque tampoco se sabe lo que hay de leyenda y lo que hay de verdad en este caso. Fray Luis murió en 1591 y se inició el proceso de beatificación pero, al exhumar el cadáver para comprobar su estado, se vio que la mortaja estaba totalmente desgarrada y parte del ataúd estaba arañado, es decir, en el momento de enterrarle no estaba muerto, sino que, probablemente, padecía catalepsia. Al ver el estado de los restos, la Iglesia echó para atrás la beatificación, argumentando que la paciencia es una condición esencial de la santidad. Aunque no todo el mundo le da crédito a esta versión y se defiende que Fray Luis no fue beatificado por sus enfrentamientos con la Iglesia.
En 1971, Mary Norah fue dada por muerta a los 17 años de edad a causa del cólera. Diez años más tarde se comprobó el estado del cuerpo, ya que se sospechaba que su médico hubiera podido falsear su muerte y se encontraron el ataúd abierto y medio cuerpo fuera. Parece ser que Mary consiguió abrir el ataúd, pero, al intentar salir, se dio un golpe en la cabeza que causó su verdadera muerte.
En 1896 se estaba celebrando el funeral de la Señora Blunden en Inglaterra y unos niños oyeron ruidos, por lo que dieron la voz de alarma. Al ir a comprobar el ataúd, lo encontraron abierto, aunque la Señora Blunden murió tras conseguir abrirlo, ya que, el agobio y la agonía de verse enterrada viva hicieron que se desgarrara toda la cara, perdiendo mucha sangre.
En 1901 se certificó la muerte de Madame Bobin, una mujer embarazada que tenía fiebre amarilla después de un viaje por África. Fue enterrada, pero una enfermera le dijo a la familia que su cuerpo estaba caliente y ciertos músculos se movían. La familia decidió exhumar el cadáver, encontrándose con que Madame Bobin había dado a luz dentro del féretro y que, tanto el niño como la madre, habían muerto asfixiados.
Estos son sólo algunos casos de muchos, afortunadamente en estos días no se dan casos así, pero, para el que tenga claustrofobia, sabe que existen otras opciones por si acaso :P.

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